La Ilustración

El período de la Ilustración corresponde al Despotismo Ilustrado, término que en la actualidad es sustituido por absolutismo ilustrado. En éste los gobernantes conservan su poder absoluto, pero pretenden ya gobernar paternalmente a favor de sus pueblos. El gobierno actúa a favor del pueblo, pero no permite la intervención de éste en las decisiones.

La mayoría de la población sigue constituida por los campesinos y siervos, que continúan en la miseria. Con el afán de mantenerse en el poder, los monarcas realizaron ciertos cambios proclamados por la Ilustración, tales como adoptar en su economía el Liberalismo; en el aspecto social, otorgar la libertad a los siervos; en lo político realizaron reformas al Derecho y se fomentaron todo tipo de beneficios culturales, desde la enseñanza hasta las sociedades científicas. La descomposición del sistema les permite en ocasiones adquirir tierra, pero no les da la oportunidad de alcanzar una vida más holgada. Esto hace que deseen cada vez con más violencia un cambio en la situación, y sienta las bases para que la revolución burguesa arrastre a la gran mayoría de la población.

Los monarcas más representativos del Despotismo Ilustrado fueron: Federico II de Prusia, Carlos Ill de España, José II de Austria y Catalina II de Rusia.

Hay diferencias evidentes entre el absolutismo clásico del siglo XVII y el absolutismo ilustrado del XVIII. El primero está representado por monarcas de derecho divino cuya actividad preferente se orienta hacia la política exterior, con fuertes intereses personales y dinásticos. En cambio, el monarca ilustrado es un soberano que acepta los principios de la Ilustración y desea ponerlos en práctica para lograr mayor eficiencia del Estado, en beneficio de éste y de los súbditos.